martes, 8 de noviembre de 2011

Alsogaray y la Economía Social de Mercado


Álvaro Alsogaray destacaba el carácter gradual del cambio hacia la Economía Social de Mercado. Al respecto escribió:

“Antes de decidirse por la Economía Social de Mercado suele existir el temor de que traerá aparejados graves cambios que habrán de crear condiciones insoportables para muchas personas. Se piensa además que sus métodos son drásticos, demasiado rígidos y severos, y que se pretende pasar de la noche a la mañana de una situación que todos repudian, pero que al menos conocen y a la cual se han adaptado, a un nuevo esquema que implica un brusco trastrocamiento de todo lo existente y en el cual cada uno queda librado a si mismo, sin protección alguna”.

“Nada resulta más alejado de la realidad que este conjunto de suposiciones. La Economía Social de Mercado es una tendencia y no una ruptura dramática con todo el orden establecido. Da tiempo para que cada uno se adapte a las nuevas situaciones que se van creando, las cuales, por otra parte, abren nuevas y promisorias oportunidades. Sólo algunas medidas deben ser tomadas de una sola vez, sin vacilaciones y temores, pero aun esas medidas no producen sino efectos paulatinos e individualmente controlados. En esta noción de tendencia y no de sujeción a un modelo rígido, reside una de las claves fundamentales de la acción política relacionada con el orden económico-social y la Economía Social de Mercado”.

“Deseo insistir sobre el vital problema de la tendencia. Todas las fórmulas político-económicas, tanto las que se han desarrollado dentro de la sociedad libre como las de una «tercera posición», obligan a construir un modelo ideal para el orden económico-social, al cual se pretende después llegar a través de la acción política. Aun el liberalismo puro procede de esa manera, ya que también él ha elaborado un esquema teórico de competencia perfecta y juego absolutamente libre: las fuerzas del Mercado. Sus defensores exigen que el modelo se implante en forma total, sin concesiones de ninguna clase y pasando bruscamente de la situación imperante a la del modelo. Creen que si éste no se aplica en su totalidad, de un solo golpe, no puede funcionar”.

“Es cierto que dicho modelo es coherente y tiene fundamentos científicos sólidos, pero no es menos cierto también que las formas «puras» rara vez se dan en la naturaleza y debemos aprender a manejarnos con las condiciones reales que en ella se manifiestan. Por ello, también la fórmula liberal absoluta, en términos políticos, no es sino una abstracción. Las demás fórmulas construyen modelos menos científicos y confían en el empirismo y en el pragmatismo, pero de cualquier manera se basan siempre en la existencia de tales modelos”

“En el caso de la Economía Social de Mercado es fundamentalmente distinto. También tiene su modelo, pero sabe de antemano que nunca podrá llegar a realizarlo totalmente. Ha descubierto, sin embargo, algo esencial: tendiendo a ese modelo u objetivo se van generando fuerzas cada vez más efectivas que, bien canalizadas, constituyen el más poderoso instrumento conocido para asegurar el orden económico-social en una comunidad libre en permanente estado de desarrollo y superación”.

En cuanto al funcionamiento eficiente del mercado, propone los siguientes principios y reglas:

a) Se debe permitir a cada uno disponer del fruto de su trabajo. La propiedad privada es esencial y constituye un derecho natural que, aunque no es absoluto, debe ser respetado en la mayor medida que resulte posible.

b) En relación con el punto anterior, los gobiernos deben garantizar la estabilidad de la moneda. Los ciudadanos tienen derecho a exigir que los ingresos que obtienen con su trabajo y los ahorros que realicen para atender sus necesidades futuras, no les sean sustraídos por los gobiernos a través de impuestos confiscatorios, manipulaciones monetarias u otros artificios equivalentes.

c) La exigencia de la estabilidad de la moneda supone evitar a toda costa cualquier tipo de medidas inflacionarias. La inflación, cuyas causas no son económicas sino eminentemente políticas y morales constituye, como se ha dicho, la mayor amenaza para cualquier orden económico-social basado en la libertad y la democracia. Es, por otra parte, técnicamente incompatible con el funcionamiento del Mercado.

d) El Estado no debe proceder como espectador impasible frente a situaciones especiales que impliquen un daño social. La intervención del Estado es necesaria para trazar el marco de la actividad económica, establecer las reglas del juego y atender a dichas situaciones especiales.

e) La competencia juega un papel decisivo a los efectos del funcionamiento del Mercado. Es función de los gobiernos establecer condiciones de competencia efectiva. Para ello hay que combatir los monopolios y eliminar las trabas e interferencias burocráticas que la dificultan.

f) El Estado debe “planificar la economía”, pero esta planificación supone el uso de métodos muy distintos a los de la economía dirigida, con sus torpes disposiciones y rígidas reglas. El mejor plan, el que según ya hemos señalado resuelve en forma espontánea la mayor parte de los casos, es el del Mercado. Por lo tanto la planificación estatal debe, como objetivo primordial, asegurar el funcionamiento del mismo. Siempre que para un determinado problema se puedan establecer condiciones de Mercado (en particular de competencia efectiva), se debe recurrir a ese método. Ése es el significado de la expresión “planificar para la competencia”. Sólo cuando la naturaleza de las cosas impide tratarlas por dicha vía, el Estado debe formular planes especiales, de otra índole. Pero lo fundamental es tener en cuenta que la intervención estatal no debe orientarse nunca contra las fuerzas del Mercado sino exclusivamente en el sentido de proveer de un marco adecuado al funcionamiento de este último y de complementar su acción en aquellos puntos que escapan a sus posibilidades.

g) La libertad en el mercado de cambios, el menor intervencionismo y dirigismo posible en la actividad económica, principalmente en la inversión, y sobre todo el abstenerse de interferir en la autorregulación de los precios, son otros requisitos esenciales del Mercado que es función del Estado garantizar.

Empresas del Estado: La Economía de Mercado no adopta una actitud dogmática contra las empresas del Estado. Se opone sí al estatismo, es decir, a la tendencia a absorber cada vez más actividades económicas a través de empresas del Estado con la excusa de que así lo exige el interés general o por simples consideraciones ideológicas.
Desde el punto de vista de la economía de Mercado no importa tanto quien es el propietario de la empresa; lo decisivo es que esta última funcione dentro del Mercado, es decir, sometida a las reglas de la competencia, de la libre formación de los precios, de la oferta y la demanda, etc. Por el hecho de que el propietario sea el Estado la empresa no debe gozar de privilegio alguno, debiendo ajustarse a las mismas normas y leyes que regulan la vida de las demás empresas.

Industrialización y proteccionismo: Todo país debe aspirar a una mayor industrialización. Por regla general dicha industrialización requerirá, en los momentos iniciales, un cierto grado de proteccionismo. La economía de Mercado no se opone a ello. No aboga por el funcionamiento de un libre cambio absoluto que elimine las barreras aduaneras, sobre todo cuando no existe reciprocidad en ninguna parte del mundo.

Además, debe fijarse una escala decreciente, a lo largo de un cierto número de años, para ir disminuyendo paulatinamente la protección de manera de aproximarse cada vez más a los precios internacionales. Cuando determinadas industrias obtengan del gobierno estímulos o privilegios especiales, la existencia de no apartarse demasiado de los niveles del mercado internacional deberá ser todavía más severa.

Los sindicatos: Hay tres campos en los cuales las organizaciones sindicales pueden ejercer una acción favorable: la discusión de convenios colectivos de trabajo en procura de estructuras salariales adecuadas, el establecimiento de común acuerdo con los funcionarios de las empresas de adecuadas condiciones de trabajo y la fijación de métodos para resolver los conflictos y agravios. En estos campos es indispensable la cooperación y no se concibe ya, dentro de las prácticas modernas, que estos puntos puedan resolverse vía de la coacción.

Participación en los beneficios y en la dirección de las empresas: Ya se ha señalado que esta importante cuestión requiere un trato muy cuidadoso, sobre todo referente a los procedimientos. Es cierto que resulta absolutamente necesario encontrar un método para que el trabajador “se sienta parte de la empresa” y que no se considere a sí mismo como una simple pieza o factor olvidado dentro de ella. Pero no se habrá de llegar a esa compenetración por la vía compulsiva, ni tampoco a través de fórmulas simplistas y meramente demagógicas que proclamen, a manera de slogan, la participación en los beneficios y la cogestión en las empresas.

(Extractos de “Bases para la acción política futura”-Editorial Atlántida-Buenos Aires 1969)

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