lunes, 17 de agosto de 2009

Génesis y principios de la Economía Social de Mercado

Por Werner Lachmann

Introducción:

Los testigos presenciales del colapso político, militar y económico de Alemania como consecuencia de la derrota sufrida en la Segunda Guerra Mundial no aventuraron en un primer momento pronóstico alguno sobre el futuro desarrollo económico del país.

Cuando en 1948 Ludwig Ehrard comenzó a implementar sus ideas de una Economía Social de Mercado, fue presionado por economistas y políticos para que suspendiera su experimento. Sólo después del rápido éxito económico, este escepticismo se convirtió en admiración y se comenzó a hablar del milagro alemán, algo que Ludwig Erhard rechazaba ya que entendía que el éxito alcanzado no era un milagro sino el resultado de un modelo económico coherente.

La Economía Social de Mercado, muchas veces calificada como de Tercera Opción entre el capitalismo y el socialismo, se puede definir como una concepción armónica de transformación económica en pro de un mayor bienestar de la población. Esta economía no es equivalente a la economía de libre mercado o al liberalismo salvaje. En efecto, el concepto de Economía Social de Mercado constituye una síntesis de distintas ideas económico-políticas, resultado de una auténtica tradición alemana. Tampoco representa una teoría económica; es casi imposible definirla con precisión. Este concepto aspira a un máximo de libertad individual, bienestar económico y justicia social.

Muchos de los países en transición y en vías de desarrollo, empeñados en introducir reformas propias de las economías de mercado, enfrentan resistencias sociales y políticas. De hecho, la implementación de una Economía Social de Mercado no es tan sencilla como algunos asesores económicos afirman con cierta ligereza. Ludwig Erhard pudo poner en práctica su política económica con poderes cuasi dictatoriales en base al respaldo de los aliados, especialmente de los americanos. Bregaba por el apoyo de la opinión pública, pero no tenía que respetar constelación política alguna. Podía ofrecer un concepto coherente, que expuso de modo convincente y que finalmente dio sus frutos.

El general y economista francés Jacques Rueff describió a Alemania en vísperas de la reforma monetaria como un país en el cual las personas deambulaban sin meta, buscando alguna posibilidad de trueque en el mercado negro, o tratando de acaparar alimentos u otros productos e intentando a través de este complejo mecanismo (trueque real) satisfacer sus necesidades básicas. Pero el acaparamiento y el mercado negro estaban prohibidos y muchas actividades económicas eran consideradas ilegales y perseguidas por la policía. No obstante, los alemanes sólo podían sobrevivir en virtud de la economía subterránea y del mercado negro. Por lo tanto, esta situación hacía necesario modificar la política económica, y así comenzaron a comprenderlo los aliados.

Implementación

Un joven teniente norteamericano, Edward A. Tenenbaum, desarrolló el concepto de Banco Central Alemán, un sistema de dos niveles basado en dos elementos tan importantes como eran la autonomía del banco y la prohibición de que la institución concediera créditos al Estado. Comenzaban así los preparativos para la reforma monetaria.

El 20 de junio de 1948 todos los alemanes recibieron 40 DM a cambio de 40 RM totalmente depreciados, dos meses más tarde se agregaron otros 20 RM. Las empresas recibieron 60 DM por empleado. El sector público recibió el equivalente al ingreso de un mes. Ludwig Erhard era consciente de que la reforma monetaria fracasaría sin una adecuada liberalización de la economía. Por eso, y mediante sendos decretos de fecha 18 y 20 de junio de 1948 dispuso el levantamiento de gran parte de los controles existentes. La liberalización económica y la iliquidez monetaria marcaron el comienzo del milagro económico alemán.

Este milagro se puede explicar fácilmente en términos económicos. El día siguiente a la reforma monetaria se podían comprar todos los bienes, sólo que el dinero era sumamente escaso. La población se esforzaba por obtener el escaso dinero, que representaba la llave para satisfacer sus necesidades. Sin embargo, a ese dinero sólo se accedía ofreciendo bienes y servicios e incrementando la renta nacional a través de la actividad económica. Se había derogado la mayoría de los controles económicos, y legalizado las actividades económicas prohibidas hasta entonces. Se permitió la actividad económica como forma de generar dinero que hasta ese momento era escaso. La combinación de libertad económica y moneda estable tuvo el efecto de incentivar el trabajo.

Jacques Rueff expresó: “El mercado negro desapareció repentinamente. Las estanterías se hallaban repletas de productos, las fábricas en plena producción y en las calles eran intenso el tránsito de camiones. En todas partes, el silencio sepulcral de las ruinas había sido reemplazado por el ruido de las construcciones. Pero si la dimensión de esta reconstrucción era asombrosa, más aún lo era la velocidad con que avanzaba. En todos los ámbitos comenzó el desarrollo de la vida económica con el inicio de la reforma monetaria”.

La reforma monetaria y las medidas económicas conexas implicaron apenas el comienzo de su implementación. La construcción sistemática del nuevo orden económico demandó varios años más.

Antecedentes y fundamento filosófico

Fundamentalmente se acepta al hombre tal cual es. A diferencia de otras visiones del hombre, aquí no se trata de transformarlo. Se busca canalizar el egoísmo de las personas hacia actividades socialmente fructíferas a través de un conjunto de reglas institucionales. Desde el punto de vista de la ética económica, la Economía Social de Mercado conjuga los aspectos materiales y humanos en un mismo orden social.

El mecanismo de intercambio, en condiciones de una adecuada competencia, hace que sea un ordenamiento adecuado para macrosociedades anónimas, en las cuales no se puede confiar en la moral individual. En las palabras de Röpke, la Economía Social de Mercado puede ser considerada históricamente el ordenamiento económico que exhibe la menor concentración de manifestaciones de violencia. En este sentido, Franz Böhm expresó que la competencia es el instrumento más ingenioso que se conoce para limitar el poder, dado que las posiciones de poder conquistadas se tornan inestables y por ello se reduce la dependencia del individuo respecto de los centros de poder, que además se disciplinan.

Los integrantes del grupo de trabajo “Escuela o Círculo de Friburgo” desarrollaron su visión de la economía sobre las bases de sus convicciones cristianas, buscando que también contuviera aspectos propios del cristianismo. A partir de su fe encontraron la fuerza y los incentivos para construir un nuevo orden económico, pudiendo recurrir a ideas de la doctrina social católica e incorporar impulsos de la ética social protestante. Röpke dijo cierta vez: la medida de la economía es el hombre, la medida del hombre es su relación con Dios.

Aristóteles, los escolásticos, David Hume y John Locke destacaron la importancia del derecho natural. La raíz de lo moral proviene de la conformación armónica de lo que caracteriza a cada persona en su predisposición natural.

Emanuel Kant destacó el rol de la razón: el hombre debe actuar de tal modo, que su accionar pueda servir de lineamiento para la legislación general. El cumplimiento del “imperativo categórico” conduce a acciones sociales sin contradicciones.

Jeremy Bentham y John Stuart Mill establecieron el bienestar general como objetivo supremo de un ordenamiento social, donde –expresado en forma simplificada- las condiciones sociales generales deben asegurar el mayor grado posible de satisfacción para la mayor cantidad posible de personas.

Filósofos como Max Scheler destacaron el beneficio para la persona y establecieron una escala de valores morales. El conocimiento de lo correcto debe permitir el accionar moral mediante la conducción de la conciencia en determinadas condiciones de la vida.

Si consideramos la concepción de la Economía Social de Mercado desde el punto de vista de los aspectos filosóficos bosquejados, se puede demostrar que incorpora todos estos conceptos. El concepto del derecho natural, que permite el accionar según las predisposiciones naturales de las personas, que se vuelve a encontrar en el sistema de competencia. La integración del imperativo kantiano, como el accionar en cumplimiento de leyes prácticas, de validez general, se contempla del mismo modo que las ideas de Bentham y Mill, de incrementar el bienestar general.

Elementos conceptuales

La meta de la economía es satisfacer la demanda. En tal sentido, el postulado de la soberanía del consumidor no permite aplicar una política de la demanda en el sentido keynesiano, ni tampoco una política industrial. En efecto, actuar sobre la demanda implica canalizar la producción hacia una demanda no genuina y fomenta estructuras potencialmente falsas cuya posterior eliminación demanda un alto costo. La política industrial, a su vez, encierra el peligro de actuar artificialmente sobre las preferencias del consumidor.

En cambio, se aspira a implementar mecanismos tendientes a limitar el poder estatal y privado. Se considera que el instrumento adecuado a tal fin es el funcionamiento de un régimen de competencia que actúa como principio del orden social. Sin embargo, no basta con implementar el régimen mismo, también es importante considerar la situación económica en el origen, que es lo que va a permitir obtener resultados socialmente justos. Es por eso que se debe apuntar a la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos. Una situación desigual en origen, distorsiona los resultados de la competencia y hace que la sociedad los juzgue injustos.

El mejor sistema de seguridad social es el que brinda el crecimiento del producto bruto y el funcionamiento de la competencia. No obstante, resultan necesarias las correcciones por parte del Estado, debido a la desigualdad en la distribución primaria de los ingresos y de las riquezas; estas correcciones adoptan el carácter de prestaciones sociales, jubilaciones, subsidios para la construcción de viviendas, subvenciones, etc. Pero la Economía Social de Mercado no debe ser interpretada como un medio para alcanzar el bienestar social, está concebida como modelo de una sociedad.

Röpke decía que la Economía Social de Mercado es una condición necesaria pero no suficiente para una sociedad libre, feliz, pudiente, justa y ordenada, ya que el destino de la Economía de Mercado, con su mecanismo insustituible, digno de la mayor admiración, depende de forma decisiva de condiciones que van más allá de la oferta y de la demanda.

En comparación con los neoliberales, que tienen por ideal al Estado vigilante, los representantes de la Economía Social de Mercado abogan por la libertad del individuo y por un Estado fuerte, en donde la fortaleza del Estado no reside en sus intervenciones en los trabajos y controles, sino en su función de guardián del orden económico. Debido a la importancia del rol del Estado en la Economía Social de Mercado, haremos referencia brevemente a sus funciones.

Rol del Estado

Tal como lo dijéramos, la concepción de la Economía Social de Mercado tiene una visión distinta del Estado que el proyecto liberal. El Estado no sólo asume la función de vigilante (minimal state); se espera además una función rectora de la política económica. Se reclama un Estado fuerte, imparcial, que regule el desarrollo de la economía sin condicionar los resultados a favor de intereses sectoriales.

El rol del Estado se puede explicar gráficamente a través del ejemplo del fútbol. Para que el partido de fútbol sea justo, es necesario establecer las reglas del juego, designar las instituciones (árbitros, jueces de línea) y supervisar el desarrollo del juego mediante ciertas instituciones. En consecuencia será función del Estado fundar instituciones independientes para determinados ámbitos de la economía, establecer reglas de ordenamiento para la lucha económica y asegurar su supervisión.

Ludwig Ehrard y Müller-Armack destacan que una adecuada competencia, la estabilidad de la moneda y el logro de la plena ocupación, constituyen en sí mismos los mejores requisitos para un desarrollo con equidad social. La competencia también garantiza buena calidad a precios ventajosos para los estratos más pobres. La protección en beneficio de determinados rubros conlleva a una baja calidad y a altos precios, de modo que se perjudican justamente los niveles sociales más débiles de la población. Lo mismo se aplica a la estabilidad de la moneda. En tiempos de alta inflación, los pequeños ahorristas son los primeros damnificados, que no se pueden defender de la inflación invirtiendo en bienes materiales. El valor constante de la moneda es un requisito para la política social en la Economía de Mercado.


Problemas

Su orientación social contribuyó en buena medida a la aceptación de la Economía Social de Mercado entre la población. Pero también generó un eje de tensiones muy peligroso. En efecto; las medidas sociopolíticas no siempre se corresponden con los principios de una economía de mercado. En una democracia existe la tendencia a incluir siempre nuevas medidas sociales. Los políticos buscan aumentar el número de votos en su favor detectando y resolviendo nuevas cuestiones sociales. El problema de todas las democracias que implementan sistemas de seguridad social radica en el permanente aumento de los recursos destinados a medidas de asistencia social. En Alemania, más del 30% del producto bruto se redistribuye a través de los sistemas de seguridad social.

La redistribución incentiva dos efectos negativos. Menoscaba la predisposición al trabajo y la motivación de quienes deben soportar la mayor carga social; lo mismo vale para los beneficiarios: ¿para qué salir a buscar el sustento diario, si se puede vivir confortablemente sin salir del establo (Röpke)? De este modo se llega a la situación de que un número cada vez mayor de personas depende cada vez menos de su trabajo. El problema social no se puede resolver solamente a través de la redistribución, sino incrementando la productividad y la voluntad de trabajo. Por lo tanto, el ámbito social configura un problema inherente de la Economía Social de Mercado.

La Economía Social de Mercado no estará suficientemente asegurada sin una adecuada comprensión de la población, traducida en apoyo político a los partidos que la sustentan.

(De “Seguridad Social en la Economía Social de Mercado” Editado por Werner Lachmann y Hans J. Rösner – Konrad Adenauer – Stiftung A.C. CIEDLA – Buenos Aires 1995)

Economía libre y economía planificada

Por Ludwig Ehrard

Es un hecho característico el que las concepciones divergentes encuentren siempre su punto representativo en la cúspide de extremos aparentemente irreconciliables –aquí economía libre, allí economía planificada; aquí socialismo, allí capitalismo- mientras que el verdadero desarrollo económico nos enfrenta con la pregunta de si existen influencias que actúan desde ambos frentes y que tienden hacia un acercamiento de las dos posiciones. Quien se sienta todavía inclinado a entender por economía libre tan sólo la piratería sin escrúpulos de los comienzos y del apogeo de la era capitalista, éste será tan injusto con la dinámica de las economías sociales altamente desarrolladas como el individualista aislado que coloca sin más ni más la economía planificada en el mismo nivel que una economía sin vida, desolada y burocratizada.

Lo mismo ocurre con los conceptos de capitalismo y socialismo. Actualmente representa una posición completamente parcial el entender por economía capitalista un sistema económico basado en la explotación de la clase trabajadora, así como el equiparar el socialismo con la completa nivelación y con la eliminación de toda libertad económica. Cuando, por ejemplo, se considera como nota característica de la economía capitalista solamente el tipo de producción capitalista, en el sentido de la inversión de grandes masas de capital productivo nacional, entonces también este sentido puede aplicarse a la economía socializada, mientras que, por otro lado, la economía libre, denominada generalmente capitalista, no excluye en modo alguno la atenta consideración de las exigencias sociales.

Mientras que en los países capitalistas la acumulación de capital es criticada acerbamente de todos lados, en los Estados socialistas, la formación de nuevos capitales y su administración, a menudo no se enfrentan con un control y una crítica públicos tan agudos. Por esto los conceptos convertidos en tópicos no sirven ya para valorar un sistema económico y mucho menos para su valoración desde el punto de vista social. Si la economía capitalista y socialista vienen obligadas por igual a la formación de capital, y la opinión general es unánime en que este proceso, independientemente de la forma de economía, presupone ahorro y renuncia al consumo inmediato, entonces no puede derivarse de esta situación ninguna irreconciliabilidad de los sistemas.

Entre una economía dirigida con un plan metódico y una economía planificada de forma absoluta existe un amplio margen para una infinidad de variaciones en lo que a la dirección e influenciación de la economía se refiere y que por ello es injusto y falso el argumentar con conceptos absolutos.

La oposición real no se plantea entre economía libre y economía planificada, ni entre economía capitalista y economía socialista, sino entre economía de mercado con libertad de precios y economía centralizada por el Estado, el cual regula también la distribución. Este dualismo encuentra su punto máximo en la pregunta de si es el mercado, como opinión de la sociedad económica en conjunto, o bien el Estado o cualquier otra forma de organización colectiva, el que mejor puede decidir sobre qué es lo que aporta un mayor bienestar a la mayoría, eso es, al pueblo.

En gran parte predomina todavía la idea errónea, completamente errónea, de que la libre competencia conduce a una opresión de las corrientes sociales o, al menos, a trabas económicas, mientras que la opinión decidida de todos los técnicos, tanto de tendencias liberales como socialistas, es de que fue precisamente la opresión de la libertad lo que hizo perder el equilibrio de la economía y la llevó a crisis cada vez más insolubles.

Si en el futuro el Estado procura que ni los privilegios sociales ni los monopolios artificiales entorpezcan el equilibrio natural de las fuerzas económicas, sino que, al contrario, permite que exista un espacio libre para el juego de la oferta y la demanda, entonces el mercado regulará en condiciones óptimas la aportación de todas las fuerzas económicas y con ello corregirá también cualquier dirección errónea.

Cada uno es libre de creer que la administración pública de una economía dirigida y regulada estimaría más la voluntad económica de la sociedad, aunque será difícil que pueda probarlo. Mientras que los errores en la dirección de la economía libre de mercado repercuten automáticamente en alteraciones de los precios, con todas las consecuencias que de ello se derivan, en la economía dirigida por el Estado existe peligro de que queden ocultos errores no menos perniciosos, e hinchándose por debajo de una cubierta de apariencias, exploten finalmente con una fuerza mucho mayor. Nosotros hemos vivido esta experiencia en los últimos años y sabemos cuán fácilmente la economía dirigida por el Estado puede convertirse en una economía corrompida sin que hayan podido reconocerse con suficiente claridad sus diferentes fases de transición.

Economía y cultura

La “economía social de mercado” –cuyo profundo sentido consiste en la asociación del principio de libertad en el mercado con el equilibrio social y de la responsabilidad moral de cada individuo con relación al todo- depende, si es que se quiere que triunfe para bien de todos, de la amplia instrucción, cultura y educación de las fuerzas especializadas y de los empresarios, que consideran su trabajo cotidiano como una parte decisiva de sus tareas y misiones vitales.

Sólo una formación y una educación cuidadosa y responsable, es decir: el aprendizaje sistemático del saber y del poder; el despertar de los dones y las fuerzas del espíritu, que permiten establecer relaciones más amplias; el cultivo de las cualidades de la voluntad y carácter que capacitan al hombre para la responsabilidad, como cumplimiento de un deber libremente aceptado, garantizan la madurez de aquellas personalidades moralmente afirmadas, que están dispuestas a medirse y a triunfar en la libre competencia de las fuerzas.

El éxito de la economía de competencia depende no poco de la capacidad y voluntad de rendimiento y competencia del hombre en la economía, y de su valía profesional, espiritual y de carácter. Cuanto más modernas y progresivas sean la economía y la técnica, tanto más amplias y profundas deberán ser la formación y de la educación de los hombres, para que el progreso no nos oprima, sino que nosotros podamos dominarlo, para bien de todos.

(Fragmentos de “La economía social de mercado” de Ludwig Ehrard – Ediciones Omega SA – Barcelona 1964)